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Tradición y Revolución

Discurso de Blas Piñar.

  Hace poco me enviaron este vídeo, en el que podemos escuchar a Blas Piñar, uno de los mejores políticos que ha regalado Dios a nuestra Patria en toda su historia. Al contrario que los chaquetistas que, desde Enric Sopena hasta Manuel Fraga, mudaron su traje ideológico  cuando, a lo largo de los años 70, éste no les hacía parecer "guapos" ante los nuevos amos de España; Blas Piñar se mantuvo siempre fiel a los ideales del 18 de Julio. Denunció, ya durante la última etapa del Franquismo, el proceso de disolución física y espiritual de nuestra nación; fue uno de los pocos patriotas que se opusieron a la Ley de Reforma de 1973; y el único parlamentario que, ya durante la "democracia", votó en contra de los Estatutos de Autonomía que han introducido a España en una máquina del tiempo que la ha hecho retroceder hasta la época de los reinos de Taifas. Anunque no sea desde un escaño parlamentario, continúa manifestándose como José Antonio nos definió a los falangistas: inasequibles al desaliento, manteniendo siempre viva la llama del patriotismo con la que alguna vez, cuando Dios quiera, haremos arder a toda nuestra Patria.

¡Feliz Navidad!

¡Feliz Navidad!

  (...)Podemos afirmar, sin temor de ser desmentidos por los hechos, que el catolicismo ha puesto en orden y en concierto todas las cosas humanas. Ese orden y ese concierto, relativamente al hombre, significan que por el catolicismo el cuerpo ha quedado sujeto a la voluntad, la voluntad al entendimiento, el entendimiento a la razón, la razón a la fe, y todo a la caridad, la cual tiene la virtud de transformar al hombre en Dios, purificado con un amor infinito. Relativamente a la familia, significan que por el catolicismo han llegado a constituirse definitivamente las tres personas domésticas, juntas en uno con dichosísima lazada. Relativamente a los gobiernos, significan que por el catolicismo han sido santificadas la autoridad y la obediencia, y condenadas para siempre la tiranía y las revoluciones. Relativamente a la sociedad, significan que por el catolicismo tuvo fin la guerra de las castas y principio la concertada armonía de todos los grupos sociales; que el espíritu de asociaciones fecundas sucedió al espíritu de egoísmo y de aislamiento, y el imperio del amor al imperio del orgullo. Relativamente a las ciencias, a las letras y a las artes, significan que por el catolicismo ha entrado el hombre en posesión de la verdad y de la belleza, del verdadero Dios y de sus divinos resplandores. Resulta, por último, de cuanto llevamos dicho hasta aquí, que con el catolicismo apareció en el mundo una sociedad sobrenatural, excelentísima, perfectísima, fundada por Dios, conservada por Dios, asistida por Dios; que tiene en depósito perpetuamente su eterna palabra; que abastece al mundo del pan de la vida; que ni puede engañarse ni puede engañarnos; que enseña a los hombres las lecciones que aprende de su divino Maestro; que es perfecto trasunto de las divinas perfecciones, sublime ejemplar y acabado modelo de las sociedades humanas.

  Este breve párrafo de Juan Donoso Cortés, extraído de su célebre "Ensayo", resume de una forma íntegra y exacta las consecuencias del acontecimiento más importante de la historia de la humanidad: el nacimiento de Dios; encarnado en un hombre para liberar a nuestra prevaricadora raza de la muerte y de la oscuridad que suponen la existencia de una vida sin trascendencia. Encarnándose, el Señor permitió que el hombre pudiera integrase con plenitud en el orden perfecto y armónico que su amor infinito había creado; instituyendo los siete sacramentos para llenarnos de la Gracia necesaria para alcanzar la santidad; y edificando para ello una Iglesia que los administra.

  Sin embargo, en esta sociedad pagana, apóstata y atea que nos ha tocado padecer, el verdadero significado de la Navidad ha sido destruido. En lugar de adorar a Jesucristo y reconocer pública y socialmente la grandeza de su nacimiento, nuestros compatriotas prefieren entronizar a los falsos dioses del consumismo y del egoísmo. Para ello cuentan con la presencia de un nefasto personaje, ajeno a nuestra tradición católica y española, que se hace llamar “Papa Noel”. Se trata de un invasor procedente de Yanquilandia (no de Laponia o del Polo Norte) y financiado por Coca-Cola; paladín de un imperialismo que pretende asesinar a los Reyes Magos para americanizar a nuestra sociedad, y que está de cada vez más presente en nuestras calles y medios de comunicación. Contra este destructor de tradiciones y costumbres, nosotros, los españoles que todavía enarbolamos la bandera de la Religión católica y del patriotismo, estamos convocados a librar una cruzada. Una cruzada que entronice de nuevo al Señor en el mundo, comenzando por nuestros corazones, siguiendo por nuestras familias y culminando con  toda la sociedad.

   No es esta una misión imposible, y una prueba de ello se encuentra en  el día que eligió Dios para nacer. El Señor no escogió por nada la fecha del 25 de Diciembre. En este día los romanos celebraban la fiesta del “Sol Invictus”, un acontecimiento pagano que, sin embargo, fue bautizado por el Señor; dotándole de un significado de verdad: Él es la única luz que ilumina al mundo con su justicia y con su amor, a través de unas llamas  tan fuertes que nada puede detenerlas, pues son invencibles. Y nosotros, que somos hijos suyos, también lo somos.

¡VIVA CRISTO REY!

¡FELIZ NAVIDAD!

 

La razón de ser del Estado Vaticano.

La razón de ser del Estado Vaticano.

 

  Muchas veces escuchamos a los enemigos de la Iglesia criticar la existencia de los Estados Pontificios, reducidos en la actualidad a la Plaza de San Pedro del Vaticano. Según afirman muchas personas, el hecho de que el Papa disponga de un territorio físico sobre el cual ejerce plena soberanía, demuestra que la Iglesia es una entidad corrupta y corruptora, cuyo único anhelo es el control de la sociedad para enriquecerse y engrosar su supuesto poderío económico. De esta manera, la primitiva humildad y ascética de los cristianos habría sido sustituida por un afán de control político que ha llevado al sucesor de Pedro a aliarse con el poder temporal para obtener de él numerosos beneficios. Del mismo modo, muchas personas, incluso católicas, consideran que la etapa medieval y moderna se caracterizó, en el ámbito eclesial, por una corrupción e hipocresía gigantescas; donde los tópicos inventados por el anticlericalismo decimonónico, según los cuales los conventos de monjas eran prostíbulos, los curas unos borrachos y pederastas, y los obispos auténticos dictadores que explotaban a los campesinos; habían sido una realidad.  De esta manera, se exige que la Iglesia pida perdón por haber gozado de control político, y se pretende que el Papa ceda la soberanía del Vaticano al estado Italiano.

  Sin embargo, tales afirmaciones no son sino tópicos cimentados sobre una ignorancia histórica que es alimentada por el laicismo radical y el relativismo del mundo moderno. Para conocer la razón de ser de los dominios papales, es necesario conocer y comprender el contexto histórico en el que surgieron. Si, según Ortega y Gasset, el hombre es él y sus circunstancias; también una situación histórica es explicable únicamente a través de la comprensión de las circunstancias en que se enmarca. En el caso del dominio político de la Iglesia, el contexto es el siguiente.

  A partir del siglo IV, y a lo largo de los tres siglos siguientes, numerosos pueblos bárbaros cruzaron el “limes” romano, esto es, los ríos Rhin y Danubio y las fortalezas que separaban al Imperio de los pueblos germanos. Las diversas oleadas de invasores no tuvieron un carácter homogéneo, diferenciándose en sus características y el índice de su violencia. Es decir, existieron pueblos que penetraron pacíficamente y otros que lo hicieron a sangre y fuego. Entre los primeros, podemos señalar a los godos, quienes se establecieron en los Balcanes en el año 375. Si bien es cierto que protagonizaron episodios violentos (batalla de Adrianópolis en el 378, saqueo de Roma por Alarico en el 410), al ser un pueblo cristianizado, aunque bajo la herejía arriana, buscaron el entendimiento y la alianza con Roma. Por ello, actuaron como mercenarios del Imperio y firmaron diversos “foedus” o acuerdos; entre los cuales el definitivo fue el acordado en el 418 por Walia, que estableció a los visigodos en el sur de las Galias y el norte de Hispania. Los visigodos asumieron la herencia romana, reconociendo su superioridad y edificando sobre ella la nación española.

  Sin embargo, tal y como hemos mencionado anteriormente, muchos otros invasores penetraron en el Imperio romano con gran violencia y crueldad. Dentro de este segundo grupo, el pueblo más paradigmático lo constituyeron los vándalos, quienes han legado precisamente su nombre como sinónimo de desorden, caos y barbarie.

  De origen indoeuropeo, los vándalos atravesaron el Rhin en el año 406 junto con los suevos y alanos; estableciéndose en Hispania en el año 409. A lo largo del peregrinaje que, huyendo del empuje visigodo, les llevaría hasta África en el año 429, masacraron a poblaciones enteras. Llevados por un inmenso odio hacia la cultura grecolatina  y hacia la religión católica, pilares del Imperio que intentaba hacerles frente, saquearon ciudades enteras, violando, esclavizando y asesinando a sus habitantes; ya que la civitas era el principal foco de la civilización que tanto detestaban. Por ello, frente a esta situación caótica ante la cual la autoridad imperial manifestaba su de cada vez más señalada impotencia, las autoridades civiles se mostraban inútiles. No disponían de los recursos humanos y económicos suficientes para enfrentarse a quienes amenazaban con destruirles.

  Además, la crisis que desde hacía siglos dinamitaba los cimientos del Imperio, también afectaba al carácter y la moral de los gobernantes; que hacía tiempo habían olvidado la sentencia horaciana que afirmaba “Dulce et decorum est pro patria mori” ; máxima que habían sustituido por las bacanales, el egoísmo y el desentendimiento ante la sociedad.

  De esta manera, las autoridades de las civitas romanas optaron por huir de sus palacios y dominios, abandonando a sus súbitos a su suerte y facilitando todavía más la penetración germana. En consecuencia, se produjo un vacío de poder que extendió la anarquía y el caos entre los ciudadanos; quienes, sin una autoridad superior, eran incapaces de oponer resistencia militar a sus enemigos o, en el caso de que fuera posible, pactar con ellos para salvar sus vidas.

  Fue esta situación histórica la que explica los orígenes del tema que nos ocupa, pues la única entidad con capacidad moral suficiente para unir a los ciudadanos católicos ante los bárbaros y para ocupar las vacantes administrativas y políticas, era la Iglesia. La necesidad de dirigir a las urbes llevó a muchos obispos a asumir el poder político para evitar el colapso económico de las ciudades y para defender a los ciudadanos indefensos de sus agresores, realizando esto último a través de la fuerza militar o de la diplomacia. Un ejemplo de estos prelados que intentaron poner a salvo a sus fieles, fue San Agustín; quien murió durante el transcurso del sitio que los vándalos impusieron a Hipona en el año 430.

  Esta situación se produjo a lo largo de todo el Impero Romano, incluida también la ciudad de Roma. Sin embargo, la amenaza bárbara es solo uno de los dos factores que explican la creación de los Estados Pontificios, existiendo también un segundo vector relacionado con la doctrina política que desarrolló la Iglesia en los primeros siglos de su existencia; doctrina a la cual nos referiremos a continuación.

  Desde que Teodosio dividió en el año 395 el Imperio entre sus dos hijos, Arcadio y Honorio, no se produjo solamente un cisma político; sino también otro de índole religiosa que sería de cada vez más claro y profundo. Esta separación tendría una importante ruptura en cuanto a la cosmovisión de  las relaciones Iglesia-Estado entre el Oriente y el Occidente.

  En el primero de estos dos lugares, se desarrolló una doctrina cesaropapista; esto es, que consideraba que el poder imperial gozaba de primacía sobre el eclesial, ya que el Basileus sería el verdadero representante de Dios en la tierra. De esta manera, el Emperador gozaba de una supremacía religiosa que no solo incluía a la administración eclesial, sino incluso también a la doctrina.

  Por el contrario, la Iglesia occidental desarrolló, por primera vez en la historia, una doctrina que establecía la separación entre los poderes religioso y civil. La base de esta dicotomía, era la sentencia evangélica que afirmaba la obligación de “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. De este modo, en el año 494 el papa Gelasio I dirigió una carta al emperador bizantino, Anastasio, para demostrarle la verdadera voluntad de Dios para con las relaciones Iglesia-Estado. Según este pontífice, el Papa ejerce “auctoritas” y el Emperador “potestas”; es decir, el primero goza de primacía en el plano religioso y el segundo en el político, de manera que en las cuestiones políticas el Papa debe someterse al Emperador y en las religiosas, es el Emperador quien debe obedecer al Papa.

  Por esta razón, el poder civil romano dotó de una serie de territorios al Papa, permitiendo de este modo que las necesidades materiales del gobernante de la Iglesia romana pudieran ser garantizadas con una autonomía real con respecto al poder civil. De esta manera, se eludía la posibilidad de que un gobernante impusiera su voluntad al Pontífice chantajeándole en el caso de que éste no pudiera financiar las demandas materiales de la  institución eclesiástica. Además, al gozar el Papa de poder temporal sobre un territorio, se evitaba que el hipotético control que un rey pudiera ejercer sobre el sucesor de Pedro no solo no pudiera ser económico, sino tampoco político.

  Por lo que respecta a la presión germánica, en este caso el pueblo que ocupó el norte de Italia fue el de los lombardos. Se trata de  un pueblo que, empujado por los ávaros y dirigido por el rey Alboino, cruzó los Alpes en el año 568; disputando con Bizancio, asentado en el sur, el control de la península itálica. Ante esta situación que amenazaba con transformar a Italia en un campo de batalla que destrozaría ciudades y campos, y que masacraría poblaciones enteras, el Papa San Gregorio Magno actuó como árbitro entre los dos estados rivales, dirigiendo personalmente el territorio que enlazaba Rávena con Roma para crear un cinturón que separara a Lombardía de la Magna Grecia bizantina. Por otro lado, el cesaropapismo oriental también obligaba a San Gregorio a gobernar los territorios que en el futuro constituirían los Estados Pontificios, pues de no hacerlo la más probable consecuencia sería el sometimiento de Roma ante el Basileus.

  Por tanto, el hecho de que el Papa gobierne en la actualidad el Estado Vaticano no es sino un garante de la independencia de la Iglesia con respecto al poder civil. Tal vez puede parecer exagerado pensar que en la actualidad el Estado Italiano, o cualquier otro, pudiera controlar al Papa en el caso de que éste residiera en suelo de esta nación. Sin embargo, es una situación que ya han intentado muchos personajes a lo largo de la historia, por ejemplo Felipe IV de Francia en el siglo XIV, o Napoleón Bonaparte en el XIX; y que podría ocurrir en el futuro. Si un gobierno ateo y anticatólico, como el comunismo que en la posguerra mundial amenazaba  a Italia, o el Islam que, si no lo remediamos, acabará dominando Europa; logra alcanzar el poder en esta nación, podría imponer su voluntad a la Iglesia con gran facilidad (como ocurre en la actualidad con la Iglesia patriótica china, controlada por el Partido Comunista Chino). Pero al ser la Ciudad del Vaticano un territorio independiente, se garantiza la autonomía de la Iglesia y, en consecuencia, la integridad y la pureza de la doctrina católica.

 

La rabia de los mentirosos.

La rabia de los mentirosos.

 

 Hace unos días, pudimos escuchar a la pseudointelectual Cristina Almeida afirmar, durante el transcurso de un aquelarre izquierdista, que le gustaría quemar los libros de César Vidal y Pío Moa. Aunque parezca una confesión irracional, es totalmente lógico que un esbirro de Zapatero reconozca poseer unos deseos como éstos, y lo es por dos razones.

 En primer lugar, porque a esta mujer, más allá de las fronteras de “El País” donde escribe, no la conoce nadie; mientras que los dos historiadores que tanto odia ocupan siempre los primeros puestos de las listas de los autores más leídos.

  Pero además de esta envidia personal, existe una razón todavía más importante que explica las declaraciones de Almeida: el afán que los enemigos de España tienen por esconder la verdad y manipular la historia. Es decir, los socialistas llevan 30 años reinventando la historia, callando todo aquello que no sirve a sus fines sectarios y manipulando todo lo que no les conviene dar a conocer. Para ello cuentan no solamente con la práctica totalidad de los medios de comunicación españoles y de todo el poder que nuestra hipócrita “democracia” les otorga; sino, además, con el beneplácito y la sumisión de los políticos de derecha, que prefieren traicionar a su pasado antes que asumirlo y defenderlo. Por ello, a los zapateristas les duele tantísimo el que existan historiadores que narren la verdadera historia de nuestra nación, escritores cuyos libros son, como hemos dicho anteriormente, leídos por miles de españoles.

  Si los perdedores de la Guerra Civil han estado durante años contando que los rojos eran unos santos que luchaban por la libertad y la democracia, César Vidal y Pío Moa han logrado que una gran cantidad de españoles conozca la falsedad de esta falacia; de manera que hasta el “juez” Garzón se ha visto obligado a abandonar su particular cruzada revanchista ante el temor de que, como dijera el genocida Santiago Carrillo, este esperpento se le “escapara de las manos”.  

  Puede que a muchas personas la “garzonada” les estuviera mostrando los supuestos crímenes cometidos por el Caudillo; pero también les estaba empezando a demostrar aquellos otros que los rojos quieren ocultar. Por ello, han considerado mejor rendirse que perder. Y por ello, personas como Almeida están rabiosas con quienes han contribuido a hacer posible que la verdad no haya sucumbido ante la mentira.

 

 

 

Día de la Hispanidad.

Día de la Hispanidad.

     Con algunos días de retraso dedico un breve espacio de mi blog a  recordar la más grande de las hazañas acometidas por nuestra nación a lo largo de su gloriosa historia: el descubrimiento de América.

  No escribiré un artículo en conmemoración de la Hispanidad, pues ya lo hice hace poco tiempo: http://tradicionyrevolucion.blogia.com/2008/083001-orgullosos-de-nuestra-historia..php

  Simplemente, copio un precioso poema compuesto por José Luís Díez y dedicado a la Enseña nacional, nuestra preciosa bandera rojigualda. Si bien es cierto que no fue este símbolo aquel que presidió la conquista del Nuevo Mundo, sí es verdad que  su significado recuerda esta gesta: el dorado, es la riqueza espiritual y la gloria  que llevamos hasta las Españas de ultramar; y las franjas rojas que lo flanquean, recuerdan la sangre vertida por nuestros antepasados para defender nuestro Imperio de justicia. Al mismo tiempo, el Águila  que protege el escudo verdadero, es el símbolo de San Juan Evangelista; representando que, si el Evangelio “voló” hasta América, fue gracias a nuestros predecesores.

  Sin más, termino este breve escrito con dos fuertes: ¡ARRIBA LA HISPANIDAD! y ¡ARRIBA ESPAÑA!

 

Contra el aborto.

Contra el aborto.

 

  Desde que el desgobierno del señor Zapatero anunciara una nueva ampliación del derecho a asesinar personas por medio del aborto, y después de que surgiera el consiguiente debate social acerca de esta acción, volvemos a escuchar los típicos argumentos estúpidos que las personas incultas emplean para justificar este genocidio silencioso. Por un lado, las ultra feministas, a las que Unamuno calificaba en su tiempo como “tiorras”, salen a la calle gritando consignas absurdas como la archiconocida “nosotras parimos nosotras decidimos”, y apelando a sus supuestos derechos. Al mismo tiempo, el todopoderoso aparato propagandístico que el Gobierno, por medio de su siempre fiel “Grupo PRISA”, controla, pretende hacernos creer que el aborto es una actividad progresista, moderna y que la negación de la misma es retrógrada y propia de la Edad Media.

  Como siempre, unos y otros caen en el mayor de los absurdos, equivocándose en sus análisis. En primer lugar, las tiorras yerran al afirmar que gozan de un supuesto derecho a eliminar voluntariamente a las criaturas que llevan en sus vientres. Según ellas, “abortar es como quitarse un grano”, pero la realidad, constatada científicamente, demuestra que ésta es una afirmación del todo inexacta. La verdad es que  desde el mismo momento en que un óvulo y un espermatozoide se unen, se crea una nueva vida con un código genético claramente individualizado; una nueva vida que, en unas semanas habrá alcanzado una morfología física casi idéntica a la de un bebé nacido. Y no es un simple conjunto de células carentes de sentimientos, como también quieren que creamos, sino que se trata de un ser humano que respira, reacciona ante estímulos externos como la música, y, además, sufre cuando se le daña. Todo esto ha sido demostrado por la fetología, y ha permitido que Bernand Nathanson, uno de los pioneros del aborto y apodado precisamente “El rey del aborto”; abandonara su práctica asesina y gravara un espeluznante video denominado el “Grito silencioso”, donde se puede ver a un feto de 12 semanas moviendo la boca para intentar gritar cuando le succionan los brazos. En el siguiente enlace puede apreciarse detalladamente: http://www.silentscream.org/silent_sp.htm; y en este otro verse el video: http://www.silentscream.org/silentsc_spanish.htm.

  Pero no solo se equivocan las ultrafeminstas cuando pretenden justificar sus crímenes, sino también todas aquellas personas que creen que defender el aborto es progreso y modernidad. Algunas personas aseguran que ser pro-vida supone querer volver a la Edad Media, cuando lo cierto es que la actitud anti-vida es la que implica una acción del todo retrógrada, pues no es que signifique un retorno al Medioevo, sino a la todavía mucho más lejana Prehistoria. El aborto no es una práctica inventada en el presente, sino  el pasado. Los yacimientos arqueológicos demuestran que el hombre de Neandertal, cuya periodización oscila entre los 230000 y 290000 años, ya practicaba el aborto. Por lo tanto, los “ultraconservadores”  no somos quienes nos oponemos al aborto, sino quienes desean imitar a los cavernícolas.

 Pero es que aunque fuera cierto que la defensa de la vida es una causa antigua; sería éste un argumento absurdo. La verdad no es del pasado ni del presente ni del futuro; sino que, por encontrar su fundamento último en Dios, es eterna. Por tanto, el aborto es tan inmoral en la actualidad como lo era cuando lo practicaban los hombres de Neandertal, y la defensa de la vida es tan justa en la actualidad como lo fue en el pasado. Lo que ha de mirarse no es lo moderno que sea o deje de ser algo, sino su moralidad.

  Por lo tanto, puesto que el aborto no es justificable ni científicamente  ni, mucho menos, como parte del progreso humano; es de total lógica que su fundamento es otro bien distinto: el económico. Y es que  los izquierdistas defensores del obrero y del pobre se embolsan, solamente en España, la escandalosa cifra de 40 millones de euros al año por asesinar a niños inocentes en el vientre de sus madres. El mismo “Rey del aborto”, al que antes he aludido, reconoció que los 5 millones de dólares anuales que generaba su negocio en Nueva York le permitían poseer casas, yates, bodegas, mujeres…. Pero claro, cuando UNICEF nos habla de promover el aborto entre los pobres de África, no nos cuenta nada de esto.

  Para luchar contra este abominable crimen, la Plataforma cívica “Hazte Oír” (http://www.hazteoir.org/) ha creado la asociación “Derecho a Vivir”, pretendiendo iniciar una serie de movilizaciones y manifestaciones que eviten que Zapatero se salga con la suya. La verdad es que me parece un poco “descafeinada”, pues  no considero suficiente la lucha contra la ampliación de la Ley que pretende el Ejecutivo socialista. Me parece que es necesario acabar con esta lacra social desde su base: cualquier tipo de aborto, tanto si el feto tiene un minuto como si tiene varias semanas o meses. De cualquier manera este “derecho” supone un crimen que tanto el Partido Socialista como el Partido Popular defienden en sus programas electorales.

  Sin embargo, Hazte Oír ha logrado grandes éxitos; entre los últimos el de que el canal blasfemo “La Sexta” perdiera algunos apoyos económicos, o el de que Esperanza Aguirre se viera obligada a devolver las subvenciones que hace poco había retirado a la Red Madre. Por ello, considero que esta nueva iniciativa es importante, pues puede salvar muchas vidas inocentes y, tal vez, unirnos a los pro-vida  para luchar juntos y erradicar completamente el aborto. Por ello me he unido a “Derecho a vivir”, y he colocado su enlace (  http://derechoavivir.org/) en este blog que, lógicamente, es 100% Pro-Vida.

 

 

 

 

"Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo", de Juan Donoso Cortés.

"Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo", de Juan Donoso Cortés.

 

  El siguiente artículo constituye un  brevísimo resumen del último de los libros que he leído: “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo”; publicado en 1851 por el intelectual español Juan Donoso Cortés.

  Se trata de una obra escrita durante la época de Isabel II, monarca en el seno de cuyo reinado se produjo en España la denominada “Revolución liberal”, esto es, la serie de reformas políticas y sociales que despojaron a nuestra nación de su centenaria Tradición. Ante esta situación; si bien el escritor que nos ocupa inició su actividad política ligado a la facción liberal, a partir de la ola revolucionaria que se extendió por Europa en 1848, se transformó en uno de los más destacados apóstoles del tradicionalismo, defendiendo la autoridad y el orden frente a la anarquía y la violencia revolucionarias.

  El “Ensayo” de Donoso Cortés defiende la tesis de que el orden es consecuencia del catolicismo, que introduce este concepto en la Religión,  pasando de aquí a la moral y, finalmente, de ésta a la política. Frente a esto, el liberalismo es una doctrina que provoca el caos, disfrazándolo de una aparente armonía que, dando un paso más, el socialismo proudhiano niega en su totalidad.

  Para desarrollar esta concepción de la política, el escritor comienza su libro con un capítulo que analiza la aportación que la verdadera Religión ha realizado a la Civilización occidental. Según él, “la teología es la luz de la historia”, pues las diversas instituciones sociales han sido edificadas por todas las civilizaciones de la historia a partir de su cosmovisión religiosa.  Por esta razón, la más gloriosa de las civilizaciones es la católica, que ha introducido en la humanidad el concepto de fraternidad universal, una cosmovisión del hombre que considera a este como un ser libre y digno, de manera que “cuando el hombre llegó a ser hijo de Dios, al punto dejó de ser esclavo del hombre”. La consecuencia de la negación de la esclavitud del hombre y de la existencia de seres superiores, es la que ha desembocado en la constitución del concepto de “solidaridad”, esto es, de relación armónica entre los hombres. Todo ser humano ha sido creado para relacionarse con sus semejantes, de manera que solo puede forjar su personalidad y obtener su felicidad estableciendo diferentes relaciones con el resto de seres humanos. Esto se comienza con la familia, solidaridad doméstica, y se continúa con otra serie de lazos de fraternidad como la corporación, solidaridad profesional, o la nación, solidaridad política; de manera que se establece en la tierra una ordenación y jerarquización perfectas, que identifican la “ciudad terrenal” con la “ciudad celestial” de la que hablaba San Agustín.

  Sin embargo, esta hermandad entre los hombres que declara el catolicismo como base de su doctrina política, es negada tanto por el liberalismo como por el socialismo. La primera de estas dos ideologías, lo hace al proclamar un individualismo radical cuya consecuencia es que “cada uno mira por los demás y se desentiende del resto”, estableciendo un sistema de relaciones entre los hombres en el cual se destruyen las entidades intermedias entre el individuo y el estado. Por su parte, el socialismo va más allá y defiende una auténtica contradicción: la de afirmar la solidaridad internacional entre los hombres al mismo tiempo que pretende erradicar las verdaderas manifestaciones de ésta, la Religión, la familia y la nación.

  Por su parte, la raíz de esta radical diferencia que catolicismo, liberalismo y socialismo poseen en su cosmovisión de las relaciones humanas, se encuentra en las diferentes explicaciones que dan al origen del  bien y del mal. Para el catolicismo, el bien se identifica con Dios, mientras que el mal es consecuencia accidental de la libertad humana. Es decir, el Creador no ha transmitido el bien absoluto a los hombres, pues esto supondría que fuéramos otros dioses, ni tampoco el mal, que no existe en Dios; sino un bien relativo cuya principal imperfección es la capacidad de elegir. Nuestra condición de seres humanos encuentra su identificación con el Señor mediante la libertad, que supone la posesión de un entendimiento capaz de guiar nuestra voluntad hacia el bien. Por tanto, la libertad integra al hombre en la armonía deseada por Dios, apartándole del caos que supone el pecado.

  Sin embargo, el liberalismo reduce la concepción del bien y del mal a una cuestión de gobiernos, preguntándose por su legitimidad. Según defienden, la soberanía constituyente, esto es, el origen del poder, se encuentra en Dios; pero no así la soberanía actual, que depende del hombre. Es decir, el Creador sería el origen del mundo, pero, desentendiéndose de sus criaturas, les cede a estas toda soberanía en la tierra, desligándose de del ser humano. Por lo tanto, el bien y el mal son algo subjetivo que los políticos deciden basándose únicamente en la razón.

  De esta manera, el liberalismo comienza a destrozar la significación religiosa de la política, pues considera que Dios no es necesario en la misma. Sin embargo es el socialismo el que, no reduciendo la cuestión del bien a la política, sino ampliándolo hasta su raíz social; termina por expulsar a la Religión de la sociedad, declarando el ateismo. Para Proudhom, el bien se identifica con el individuo, y el mal con la sociedad. Según él, el hombre es intrínsecamente bueno, pero las ligaduras sociales le transforman en un ser malvado; de manera que es imprescindible acabar con la ligadura divina (Dios), la política (Estado), la social (propiedad) y la doméstica (familia).

  No obstante, el socialismo constituye un compendio de contradicciones absurdas; pues, además de la citada anteriormente con respecto a la solidaridad, Proudhom no consigue superar, como pretende, los conceptos de autoridad y de propiedad. Esto es, la sustitución de la autoridad que pretende no desemboca en la libertad, sino en otra autoridad mayor, la del estado; y la abolición de la propiedad privada supone también que sea el estado el que disponga de ésta. Además, el hombre no puede redimirse a sí mismo, pues de la imperfección no puede surgir la perfección si no es por medio de Dios.

  En consecuencia, Donoso Cortés establece que, por ser el catolicismo la única concepción de la realidad cuyos dogmas no se contradicen y que se integran en un orden perfecto, es su doctrina la única que puede combatir al caos. Por esta razón, la contradicción del socialismo y del liberalismo sucumbirá ante la Religión que “ha puesto en orden y en concierto todas las cosas humanas”, lo cual define de esta manera el escritor español: “Ese orden y ese concierto, relativamente al hombre, significan que por el catolicismo el cuerpo ha quedado sujeto a la voluntad, la voluntad al entendimiento, el entendimiento a la razón, la razón a la fe, y todo a la caridad, la cual tiene la virtud de transformar al hombre en Dios, purificado con un amor infinito. Relativamente a la familia, significan que por el catolicismo han llegado a constituirse definitivamente las tres personas domésticas, juntas en uno con dichosísima lazada. Relativamente a los gobiernos, significan que por el catolicismo han sido santificadas la autoridad y la obediencia, y condenadas para siempre la tiranía y las revoluciones. Relativamente a la sociedad, significan que por el catolicismo tuvo fin la guerra de las castas y principio la concertada armonía de todos los grupos sociales; que el espíritu de asociaciones fecundas sucedió al espíritu de egoísmo y de aislamiento, y el imperio del amor al imperio del orgullo. Relativamente a las ciencias, a las letras y a las artes, significan que por el catolicismo ha entrado el hombre en posesión de la verdad y de la belleza, del verdadero Dios y de sus divinos resplandores”.

  Se trata, en definitiva, de un libro muy interesante que describe la metapolítica católica, demostrando lo absurdo que suponen las ideologías revolucionarias y lo perfecto que tiene el catolicismo. Puede adquirirse en “Criteria Club” (http://www.criteriaclub.com/ensayo-catolicismo-liberalismo-juan-donoso-cortes.cr.html); o leerse por internet (http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/13505030989138941976613/index.htm).

 

Fem fora l´estel separatista: Catalunya es Espanya.

Fem fora l´estel separatista: Catalunya es Espanya.

 

   En el día de hoy, 11 de Septiembre, conmemoramos la rendición de Cataluña ante las tropas borbónicas que, durante la Guerra de Sucesión española, derrotaron a los partidarios de la dinastía de los Austrias  en 1714.

   Se trata de un acontecimiento aparentemente de escasa importancia, que constituye un episodio más de las numerosas guerras civiles que han asolado a nuestra nación. Sin embargo, la hipcresía izquierdista y separatista lo ha transformado  en uno de los sucesos más manipulados y adulterados de la historia de España, ya que, según pretenden Montilla, Carod Rovira y compañía que nos creamos, dicho acontecimiento supondría la rendición de la “nación” catalana frente a los invasores españoles. De esta manera, Cataluña perdería su autonomía y pasaría a ser una colonia del tiránico imperio español.

  No obstante, la historia es muy diferente de este dogma “progresista” que los separatistas imponen desde los tres canales autonómicos de los que dispone la Generalidad. Aunque a los ideólogos del nacionalismo catalán les duela reconocerlo, no es cierto que Cataluña luchara por su independencia, pues esta región, nunca en su historia ha sido independiente. Siempre ha sido parte de España, incluso desde antes de ser la región que es ahora, cuando Barcelona fue la capital del reino visigodo. El único momento en el que, debido a la invasión musulmana, permaneció separada del resto de la nación fue en la Alta Edad Media. Pero entonces ni siquiera se llamaba Cataluña, sino Marca hispánica, esto es, española; haciendo referencia de este modo a su estado de resistencia nacional frente a los invasores.

  Y en el caso que nos ocupa, la defensa de Cataluña durante la Guerra de Sucesión, ocurrió lo mismo; pues este episodio fue una manifestación más del ardiente patriotismo español de los catalanes, a quienes el defensor de Barcelona, Rafael Casanova, apelaría   en el bando publicado en el día 11 de Septiembre de 1714 ha “derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España”. Esto es, nada que ver con un llamamiento a la lucha por la independencia, contra el extranjero español o por la república catalana.

  Pero además, ni siquiera fue la lucha por los fueros catalanes  de la que nos hablan algunos historiadores que, sin llegar al esperpento separatista, pretenden que de algún modo sea esta fecha. Recuerdo que en mi libro de texto de secundaria podía leerse que Cataluña, Valencia y Baleares apoyaron al Archiduque Carlos de Austria porque éste defendía sus fueros y Felipe V no; pero otra vez nos encontramos ante una mentira. Lo cierto es que el candidato borbónico al trono de España juró los fueros catalanes en 1702, y que si después los abolió en 1714, con los Decretos de Nueva Planta, lo hizo como castigo, no por conquista. Si en esta fecha los catalanes se habían manifestado proclives al bando austracista, no fue por defender sus fueros, sino porque la oligarquía comercial catalana lo consideró más acorde con sus intereses. Por ello, en 1705 habían firmado el Pacto de Génova con los aliados de Felipe V, Inglaterra y Austria.

   Y de todos modos, aunque no fuera iniciativa del pueblo, sino de la elite económica; la adhesión a la causa austracista fue la más acertada desde el punto de vista del patriotismo español, pues era  Carlos de Austria quien encarnaba los ideales de la tradición española. Felipe V no solamente entregó con los tratados de Utrecht y Rastatt territorios como Gibraltar, Menorca, Nápoles y Sicilia; sino que además con él comenzó la decadencia de nuestra patria, afrancesando a una Corte que permitió a los descendientes del Rey entregar los destinos de España a una serie de masones que terminaron por destruirnos. Tal y como escribe Ramiro de Maeztu, el cambio de dinastía supuso la mutación de la monarquía católica, esto es, universal, en otra de índole territorial; cuya principal aspiración ya no era la defensa de la Cristiandad y la evangelización de todas las razas, sino el enriquecimiento de una serie de ministros y ricachones peleles del rey. Cuando este proceso de suicido nacional llegó a su cenit al morir Fernando VII en 1833, es decir, al llegar los liberales al poder, ya era demasiado tarde. Los valientes carlistas, quienes por cierto encontraron precisamente en Cataluña uno de sus principales apoyos, no lograron que triunfara en España el régimen político por el que lucharon los austracistas entre  1701 y 1715.

  Pero todo esto no les importa a los políticos catalanes. Todos ellos, incluido el siempre hipócrita Partido Popular, han desfilado ante la estatua de Casanova, olvidando la proclama antes citada; y han permitido que la “estelada”, ondee en decenas de municipios catalanes. Todos ellos han aprovechado este día para acusar al Estado español de robar el dinero catalán, es sí, sin mencionar que Carod duerme todos los días en un hotel que le cuesta 265 euros por noche, o que la Generalidad ha destinado 300000 euros a la promoción de productos supuestamente “nacionales”. Y, finalmente, todos ellos han colaborado con esta manipulación histórica que ha transformado la derrota del régimen tradicionalista español en la “Diada” separatista catalana.