Evolución histórica del plano de Madrid.
Los inicios de la existencia de Madrid se remontan al siglo IX, cuando el Emir Cordobés Muhammad I (850-866) ordenó la construcción de un baluarte defensivo en la orilla izquierda del río Manzanares con el objetivo de gozar de un bastión fronterizo que defendiera la importante ciudad de Toledo, y que garantizara un punto de partida efectivo para las incursiones dirigidas hacia tierras cristianas. El Acázar, ubicado sobre el barranco de la actual calle Segovia, se encontraba al norte de los barrios mozárabe y judío, que pasarían a ser morería y judería después de la reconquista cristiana.
Debido a la presencia del río Manzanares, la urbanización se extendió hacia el este. La morfología urbana se caracterizaba por una disposición irregular de las calles; aunque estas se ubicaban en torno a diversos ejes que partían radialmente desde el centro de la ciudad hasta las diversas puertas de acceso a la misma: al norte, la Puerta de Valnadú; al noroeste, la de Guadalajara; en el suroeste, la Puerta Cerrada; en el sur la Puerta de los Moros.
Por su parte, el arrabal se ubicaba en la actual Plaza Mayor con el aspecto típico que presentan los mercados del mundo árabe: dotada de un cierre rectangular que techaba las calles.
Después de que, con el objetivo de consolidad el avance hacia Toledo, Alfonso VI conquistara la ciudad en 1085; se producen importantes cambios en la morfología de la misma. En primer lugar, los musulmanes fueron relegados a la morería; mientras que los repobladores cristianos y los antiguos mozárabes organizaron sus viviendas en torno a collaciones o distritos urbanos parroquiales.
Además, debido a las incursiones musulmanas (de las cuales un ejemplo es el sitio almorávide de 1117) las autoridades decidieron dotar a la ciudad de una segunda muralla que protegiera los arrabales de extramuros.
Sin embargo, después de la batalla de las Navas de Tolosa (1212); el antiguo peligro al que estaba sometida la ciudad de Madrid desapareció. A esta nueva situación pacífica se unieron hechos como la adquisición de un Fuero en 1202, su elección como lugar para reunir las cortes castellanas y la atracción de la realeza debido a la abundancia de caza en lugares como el periférico Monte del Pardo.
Debido a todo esto se produjo un importante desarrollo en nuestra ciudad, que pasó a tener, en el siglo XV, una superficie de 72 hectáreas y unos 120000 habitantes; frente a las 33 hectáreas del siglo XII. También se construyeron nuevos arrabales en las zonas de extramuros; y proliferaron los conventos, hospitales y palacios.
Desde el inicio de la Edad Moderna en el siglo XV, se produjo un importante cambio en el concepto urbanístico; el cual, basado en los ideales renacentistas, encontraba su ideal de perfección en la simetría y el orden.
Para facilitar el tránsito, se construyeron plazas regulares y abiertas, y también calles rectas y amplias. Además, en 1561 Felipe II ordenó a Francisco de Salamanca construir una Plaza Mayor en la ciudad que había transformado ya en la capital de España. Esta construcción, realizada sobre la antigua plaza medieval que un incendió había destruido, constaba de una planta rectangular y estaba rodeada por soportales sobre los que se deponían tres pisos con balcones.
El traslado de la Corte real a Madrid significó la construcción de numerosos palacios nobiliarios ubicados en zonas cercanas al Alcázar real.
Más tarde, el primer rey de la dinastía de los Borbones, Felipe V, inició la construcción del actual Palacio Real para sustituir al Alcázar de los Austrias, que había sido destruido por un incendio. La construcción fue realizada entre 1738 y 1764 por Juvara y Sachetti, siguiendo el modelo neoclásico e imitando al palacio de Versalles, símbolo de la monarquía absoluta que la nueva dinastía trajo a España.
También es obra de esta dinastía la creación de importantes construcciones realizadas con el objetivo de mejorar la estructura de la urbe, tales como el Paseo del Prado, el Retiro…
Más tarde, a finales del siglo XVIII y en el XIX se produjeron importantes cambios en el plano urbano de Madrid. Las raíces de esto se encuentran en el nuevo concepto de ciudad que impondrá la desde entonces poderosa burguesía y en el importantísimo crecimiento experimentado por Madrid como consecuencia, por un lado, de la inmigración rural y, por otro, de las mejoras técnicas, económicas y sociales.
Entre las reformas de esta época, cabe destacar la remodelación del casco histórico, que en la Guerra de Independencia (1808-1814) había sufrido importantes destrozos. Fue a raíz de la desamortización eclesiástica decretada por Mendizábal en 1836 cuando se produjo el derribo de numerosas iglesias y conventos con el objetivo de abrir plazas y calles anchas. Además, debido a las nuevas necesidades residenciales de la burguesía, se procedió a la alineación y ensanchamiento de las calles, reformándose lugares como la Plaza de Oriente (1844-1850) y la Puerta del Sol (1856); y también a la construcción de la Gran Vía con el objetivo de cruzar el casco antiguo.
La segunda aportación a la morfología de Madrid datada en esta época se encuentra en la construcción del Ensanche, es decir, la ampliación de la ciudad para construir barrios obreros, zonas industriales, estaciones de ferrocarril y demás elementos propios de la Revolución Industrial; además de viviendas burguesas. Fue proyectado por Carlos María de Castro en 1860 y localizado en el norte, en el distrito de Salamanca. Se caracteriza por un aspecto racionalizado, con calles de trazado ortogonal y bien distribuidas.
El desarrollo de los transportes permitió a Arturo Soria la construcción de la Ciudad Lineal, caracterizada por disponer de una amplia calle central flanqueada por viviendas unifamiliares dotadas de huerto y jardín. De este modo, este arquitecto materializó el concepto de “ciudad verde” propio de época, que consideraba importante la presencia de la naturaleza en un entorno deshumanizado por la Revolución Industrial.
Finalmente, en la segunda mitad del siglo XX se produjeron importantes cambios en la morfología de Madrid. La aglomeración urbana provocada por el crecimiento de la población, el desarrollo de los transportes y la expansión de la industria, dieron lugar a que se crearan nuevos ensanches de carácter irregular y tendentes a aglomerar en el interior de la urbe a poblaciones periféricas. Este es el caso de zonas residenciales como Fuencarral (en el norte), Hortaleza (en el este), Vallecas (al sureste), y Carabanchel (en el sur).
Por su parte, la industria tradicional tendió a ocupar el área sur, junto al Manzanares, mientras que los nuevos parques industriales hacían lo propio en los sectores norteños. En cuanto a los equipamientos de ocio o servicios, como centros comerciales, colegios, universidades y hospitales, desde los años 80 su edificación se ha localizado en la periferia urbana como consecuencia del encarecimiento del suelo.
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