Los Rojos y Bolonia.
¡Qué cansinos son los rojos con el maldito Plan Bolonia! Desde que se pusiera de moda identificar el rechazo a este Tratado con el izquierdismo radical, los porreros de todas las facultades de España han encontrado un nuevo sentido para su aburrida vida “universitaria” (entre sendas comillas). Después de llegar por la mañana a sus respectivos centros de enseñanza y desayunar unos cuantos canutos de marihuana y dos cervezas; patética situación de cuya veracidad puedo dar fe porque la he visto; ya no tienen por qué quedarse jugando al mus por los pasillos que les separan de sus clases. Ahora esta monótona vida ha encontrado un nuevo sentido que les permitirá liberarse durante un tiempo del peligro de caer en el aburguesamiento que, en teoría, critican que existe en la sociedad “Kapitalista” contra la que dicen luchar. Sociedad (o “Soziedad”, como la llama uno de sus grupos favoritos) de la que, en realidad, son ellos el más claro y patético paradigma.
Digo, y aseguro, que son ejemplo del liberal-capitalismo porque carecen de un ideal verdadero, pues sólo se guían por la moda pasajera que los jerifaltes de instituciones como el autodenominado “Sindicato de Estudiantes” les imponen para justificar su propia existencia. Es decir, igual que los sindicatos chaperos, UGT y CCOO, tienen que montar cuatro inútiles concentraciones al año para que sus afiliados crean que están haciendo algo por ellos y, en consecuencia, poder seguir recibiendo los millones y millones de euros que todos los años les regala el Gobierno; también los cachorros del sindicalismo amarillista tienen que hacer algo para que parezca que están vivos y, de esta manera, ir entrenándose para el momento en el que dejen de ser crías y se transformen en bestias adultas a las que se pueda llenar el estómago con el dinero que debería destinarse, por ejemplo, a políticas sociales.
Si hace uno años el slogan era “Nunca máis” o “No a la guerra”, ahora la consigna es “No a Bolonia”. Con este nuevo grito de guerra, la extrema izquierda ha conseguido enrolar en sus filas a una masa de mercenarios que combatirá a sus órdenes y le permitirá existir durante un poco más de tiempo. Al igual que en toda guerra provocada por el comunismo, se les presenta como héroes que luchan contra la clase opresora, aunque no son más que títeres de un grupo que les manipula.
Son simples marionetas de un izquierdismo renovado, donde las masas ya no son obreros incultos y analfabetos que, al no haber tenido la oportunidad de estudiar y tener un mínimo de conocimientos; creyeron en el siglo pasado las promesas de felicidad eterna que les ofrecieron Lenin, Castro y compañía. Ahora que la terciarización de la economía ha eliminado a los proletarios, las nuevas hordas del marxismo están compuestas por otro sector social que, aún teniendo la posibilidad que no tuvieron los anteriores soldados de la izquierda, son igualmente incultos y analfabetos. La LOGSE se ha ocupado bien de ello. Ha sido tan fructífera la búsqueda de una juventud aborregada, que los promotores de la misma han conseguido que los hijos de la ley de educación socialista no distingan la “C” de la “K”; y que, en lugar de estudiar y trabajar para sustituir esta “subnormalcracia” que padecemos, por una meritocracia de élites capaces de dirigir a la Nación; se dediquen a pegar carteles todo el día por las paredes de las universidades.
Los bisoños, sin embargo, se parecen en algo a los veteranos, pues cuando cantan “A las barricadas” no se limitan a pegar gritos, sino que también se ponen manos a la obra. Sólo que para ellos las barricadas ya están construidas: son los edificios de los Campus; y lo único que tienen que hacer es “okuparlas”. Se llevan su saco de dormir, marihuana para el desayuno, y sprays para decorar toda la facultad. Cuando les da por convocar una huelga, se dedica a sacar mesas y sillas de las aulas para obstaculizar el paso a quienes no la secundan, llenan de papel higiénico y periódicos todo el suelo, y luego se van de “manifa”. Y es en este momento cuando algunos de ellos, como ocurrió hace poco en Barcelona, se dedican a destrozar el mobiliario urbano y a provocar a la policía, que les da su merecido. Pero sólo que los mossos no son, por desgracia, ni de lejos como los “grises”; y por eso sus porras no logran quitarles las ganas de volver.
Así es una gran parte de la juventud universitaria, y con este artículo no pretendo criticar su rechazo hacia el Plan Bolonia, pues yo también estoy en contra de él. Lo que reprocho es la hipocresía de quienes aprovechan que está de moda este tema para hacerse notar, como si fueran los estudiosos que saldrán perjudicados por él cuando en realidad no son más que una panda de personajes aburridos que se enganchan a cualquier cosa que pueda permitirles permanecer fuera de clase haciendo algo diferente a jugar al mus.
3 comentarios
Maderal -
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Maderal -
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